«Una serie de eventos desafortunados» no es para nada una historia feliz, ni siquiera un poco; ésta narra la historia de tres hermanos (Los Baudelaire) quienes viven una vida normal y corriente como cualquier otro niño hasta el «desafortunado» incendio que provoca la muerte de sus padres. Desde entonces éstos personajes, aún niños, sufren desventuras en su estado de orfandad provocadas por el villano Conde Olaf, una historia de la cual no se puede esperar ningún evento bueno, ningún giro positivo en la trama la cual haga más digerible las recurrentes tragedias y lo más que se puede esperar a encontrar es un pequeño rayo de esperanza que cruelmente se vuelve a convertir en tragedia. No hay ningún cliché de «todo se resuelve al último momento»; los héroes y buenas personas no son recompensadas por sus buenas intenciones y esfuerzo demostrado. Una historia que realmente te hace sufrir, no llorar ni emocionarte, ya que cualquier vestigio de positividad dura demasiado poco antes de la siguiente catástrofe.
Entonces ¿Qué puede motivar a ver una serie así además del morbo o del masoquismo? Bueno, no hay que destacar que el morbo es una pequeña porción del interés en la serie, ya que ésta tiene bases en el suspenso al no caer en los clichés del heroísmo o «del bueno siempre gana»; cada nuevo curso de la historia puede y se desenvolverá de una forma casi impredecible; lo cual asegura, en primera instancia, la falta de aburrimiento.
Un segundo agregado es el elemento de lo absurdo; lo cual es complicado de explicar, ya que es común que lo sucedido durante la historia no ocurra de forma racional: decisiones con poco sentido común, la recurrente imposibilidad de ver lo obvio, escenarios fuera de contexto (o de tiempo) y personajes, principalmente personajes, con poca coherencia: profesores de matemáticas que solo enseñan a medir objetos aleatorios, empleados que son hipnotizados para trabajar sin saldo (ni comida) alguno, niñas de 8 años que tienen el permiso de dirigir su propia escuela, una mujer que le teme a todo (Abrir una puerta, presionar un interruptor, probar comida nueva…); en fin que el absurdo se presenta, y muy seguido a modo de crítica, exagerando varios aspectos negativos que se ha visto a lo largo de la historia de la humanidad; un absurdo que hasta resultaría gracioso, si no fuera por que es precisamente éste absurdo lo que propicia los eventos desafortunados y permite que el antagonista, el personaje más ilógico de todos, pueda salirse con la suya haciendo que los huérfanos Baudelaire vuelvan a sufrir una vez más, complicándoles la vida y quitando de ésta las escasas buenas personas con las que se topan.
Y un último elemento que puede motivar al espectador para «tragarse» ésta infame historia es el misterio que le envuelve y que de manera muy muy breve se va desvelando en cada capítulo; con un ambiente lúgubre y gris (literalmente) la odisea de los tres hermanos va girando en torno al misterioso pasado de sus padres, sucesos remotos de una organización secreta, de amor, traición y heroísmo pero que claro, tampoco tuvo un final feliz.
Basada en la saga de libros de Lemony Snicket, con excelentes método narrativos y con la misión de terminar lo que la película del 2004 protagonizada por Jim Carry no logró continuar; la serie «Una serie de eventos desafortunados» no es recomendada para ningún público al cual no le guste sufrir, pero dejando claro que una vez que se inicie en la fatídica historia de los hermanos Baudelaire simplemente no podrá dejar de verla hasta conocer el final…
Tal vez, lo más curioso de esta serie podría ser que es apta para un público juvenil.