Los cuentos y los mitos cambian con cada narración e intérprete; eso no es nada nuevo ya que estos relatos están sujetos a la interpretación y a las modificaciones agregadas con el tiempo así como por cada persona. Esto se aprecia aún más cuando de mitos nórdicos se trata, muy debido a que éstos se han mantenido vivos principalmente por la tradición oral sin haber vestigios originales de estos relatos antiguos y, por consiguiente, dejando una gran brecha que pueda relacionar los diferentes y dispersos relatos de la cultura nórdica/germánica/escandinava. Ésto no necesariamente debe significar algo negativo ya que permite una mayor interpretación y entrelazado de las (escasas) historias contadas en la época vikinga.
Neil Gaiman, escritor el cual he dejado claro es mi preferido, resulta ser un fanático de estos relatos desde su niñez y ahora nos da una interpretación propia de estos mitos; dejando su atmósfera cruda y retorcida tan característica que no desentona con las historias que narra; y esto es debido a que de igual forma mantiene la idea esencial de la cultura vikinga la cual era tanto ruda y primitiva como tradicional y llena de costumbres.
La forma en la cual Gaiman nos presenta los relatos es tal que se sienten ordenados cronológicamente y con relaciones entre cada uno a forma de que parecieran una larga y épica historia del mundo; al menos tanto como le es posible al existir actualmente una gran falta de dichos relatos originales. Nos lleva desde el inicio de la creación explicando la forma en la cual el mundo fue tomando la estructura y jerarquía «actual», poniendo como protagonistas a los tradicionales dioses de la mitología nórdica, los métodos mediante los cuales ellos (y muy especialmente Odín) se forjaron un puesto en la creación y su interacción con todas las razas del planeta: gigantes, enanos, elfos, valquirias, bestias y, de una forma aparentemente muy rezagada, la humana; dejando en claro la posición que cada ser pretendía tomar y tomaba en el mundo.
Neil se toma muy personal el hecho de presentar lo más posible a los dioses germánicos a un modo que podamos conocer de forma fiel (a su ideología) la personalidad de cada uno: el por qué Odin es temido a la vez que venerado sobre el restos de los dioses; el verdadero poder de los gigantes y la razón por la cual los mismos dioses les temían; las capacidades técnicas de los enanos e incluso la importancia de Loki para que varios de los sucesos que moldearon «la creación» sucedieran de la forma en la cual lo hicieron y el por qué se le conoce como «el dios de las bromas y la astucia».
Las narraciones culminan, obviamente, con el Ragnarok que atrae el «final de los tiempos» aunque con una de las tantas interpretaciones que se le da a éste y que el mismo Gaiman apadrinó. Dicho relato no es solo contado de la misma generosa manera que los anteriores, sino que cuando llegamos a éste lo hacemos con todas las herramientas posibles para comprender lo que está sucediendo, la razón de estos sucesos y el cómo se concluirá. Gaiman, en esta ligera obra, no deja muchos huecos en la trama lo cual es una labor a reconocer debido a, y mencionado anteriormente, la tradición oral nórdica se ha perdido en su mayoría y quedan aún menos vestigios escritos; y que si bien será imposible determinar la fidelidad de las narraciones que nos otorga este libro, son muy apreciados para quienes desconocen en gran parte de estos relatos, así como muy curiosos para los conocedores de la historia germánica debido al estilo siempre propio del autor.